lunes, 6 de agosto de 2018

LA NUEVA CONSTITUCIÓN : DIGNIDAD Y FORTALEZA DE LA NACIÓN CUBANA.





Un comentario de actualidad.

El próximo 10 de Octubre,  se cumplirán ciento cincuenta años del inicio de nuestras guerras por la independencia nacional. Largo ha sido el camino iniciado por Carlos Manuel de Céspedes en La Demajagua en 1868  y continuado por los hombres y mujeres del pueblo que lucharon contra el colonialismo, el capitalismo y la ingerencia yanqui contra nuestro país.  

 La intervención militar de los Estados Unidos en Cuba con la imposición de la Enmienda Platt y el posterior control de nuestros recursos económicos nos convirtió en colonia yanqui bajo la égida de una República manejada por politiqueros serviles a las pretensiones imperiales. 

Aquel Tratado de París, en el que realizaron las negociaciones con España para apoderarse de Cuba,  no tuvo en su mesa a la representación de nuestros mambises, que fueron  apartados a un lado,  sin tomar en cuenta que habían derramado tanta sangre en la manigua por la libertad de la Patria. No tomaron tampoco en cuenta que nuestros próceres no eran personas  incivilizadas, en su época muchos de ellos como Carlos Manuel de Céspedes e Ignacio Agramonte, eran abogados con conceptos plenos del derecho y muy conscientes de una siembra republicana para acabar con el dominio de España en Cuba. 

 

En la Asamblea de Guáimaro se cimentaron elementos propios de nuestra percepción jurídica porque, aunque no perfecta, consolidó el paso a una constitución que marcó la senda de nuestra civilidad, marcó los elementos indispensables para una marcha hacia la cultura de una república y para trazar las concepciones de nobles ideas.
El propio José Martí sabía del daño terrible del regionalismo, el caudillismo, la indisciplina, las ambiciones espurias y otros males que denotaban falta de la necesaria civilidad para la consolidación de una República con todos y para el bien de todos.

La Constitución de MIL 940 fue una letra muerta en una seudorrepública  que jamás resolvió los problemas de la pobreza, la desigualdad, ni encontró caminos para la solución de los problemas de las grandes masas populares.

Con el triunfo revolucionario de Enero de MIL 959 la gran batalla fue la de consolidar el cumplimiento del Programa del Moncada, a la par del esfuerzo supremo tras la conquista  de las libertades públicas y la democracia política. Fue la Declaración de La Habana el antecedente de la proclamación del carácter socialista de nuestra Revolución pues desde aquella gran reunión del Pueblo de Cuba, la nación era socialista en su aspiración suprema.

Los retos actuales, la situación económica y política mundial demandan el perfeccionamiento de nuestra sociedad mediante un proceso intensamente democrático que permita la Reforma de nuestra Ley de Leyes para que el país siga transitando por el debido camino de respeto, dignidad y justicia social. Lo analizado en la Asamblea Nacional del Poder Popular es muy estimulante. Denota la solidez de los debates y prueba la sabiduría en valoraciones conscientes, pero como ocurrió en MIL 976 y en todos los demás procesos es la gran asamblea del pueblo la que podrá valorar y defender el nuevo proyecto. 

Es el mismo pueblo que hará suya, con conciencia y dignidad supremas la aplicación de la misma para que se convierta en la brújula fundamental. El país no puede dar un solo paso en falso. El imperio tendrá que ver, en lo adelante, la perfección de la sociedad cubana con el orden, la dignidad y la honradez  que defendemos y defenderemos siempre.  La nueva Constitución, sin lugar a dudas será expresión de la DIGNIDAD Y FORTALEZA DE LA NACIÓN CUBANA.

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